Redacción Cultura...El País.
José Prat, un sacerdote
de 53 años, asesinó, (en 1971) con 47 puñaladas a un monaguillo llamado
Paquito. Han pasado 48 años desde entonces. Los familiares de la víctima
insisten que la iglesia los engañó.
El sacerdote dijo que
había sido víctima de un ataque de enajenación mental y que durante ese
episodio había matado al monaguillo.
La pregunta, '¿Y para
qué sirve un libro?', el escritor español Alfredo Gómez Cerdá la transformó en
una obra de ficción literaria que además de intentar responderla, plantea
escenarios cargados de humor e ironía en torno a la necesidad de la literatura,
el destino y la casualidad.
Un libro sirve, dice
Cerdá en el texto que se publicó en el año 2011, "para perder el Tour de
Francia, para ser trasladado a Medellín, para salvarte la vida, para llegar a
tiempo a la boda de una hija, para ahogarse en un río, para tener trillizos,
para hacer el regalo perfecto, para pintar la casa, para hacer una película de
éxito, para evitar un error médico, para que te erijan una estatua o para ganar
un premio". Seguro hay más usos. Y ese ese es el sentido de esta nota.
Antes, Javier Mina, en
una columna que publicó en El País de España a propósito del Día del Libro
(2008), reflexiona: "¿Para qué sirve un libro? Cualquiera lo sabe. Hubo un
tiempo en que el libro estaba bien visto. Por eso se vendía por metros para emperifollar
las estanterías. En falsos libros se escondían botellas o juegos, como las
damas. O quizá nada, porque había libros huecos, de mero adorno. Las
enciclopedias vestían también mucho en el armario donde iba la tele. Pues bien,
desde que se impuso la decoración minimalista, ya no se ve un libro en los
hogares. (...) El mundo se divide en dos, los que leen y los que no leen nada.
Entre medio queda una minoría exótica y exigua que suele leer por obligación.
Y, a veces, por propio gusto. O para que no desaparezca de la memoria humana
gente como Cervantes o Shakespeare". Lea también: Llega “Camargo”, la
historia de un asesino serial, al Teatro Petra
La pregunta tendrá su
respuesta para cada lector, sin embargo, una de esos usos tiene una respuesta
pragmática en el desarrollo de una escandalosa noticia judicial que conmocionó
a España. El libro, '121 mallorquins', del padre José Barceló, sirvió para
dejar en evidencia que el largo brazo de la justicia es selectivo y que, al
menos para este caso, está cargado de consideraciones religiosas. El texto,
publicado en 2014, reveló que José Prat, un sacerdote que mató a un monaguillo
de 47 puñaladas en Valencia, no fue excomulgado y siguió ejerciendo como
vicario.
El asesinato se registró
en 1971. La víctima, de nueve años de edad, Francisco Calero Navalón, Paquito,
estudiaba en el colegio Ramón Gamón. El martes 2 de marzo del año en cuestión,
el cura, cuenta El País de España, "entro a preguntar por Paquito alegando
que lo necesita. El pequeño sale de clase y juntos se encaminan al templo,
donde diariamente se ofrece una misa a las siete de la tarde. Ese día no llegó
a celebrarse. En ese corto espacio de tiempo Prat acribilló a puñaladas al niño
en la sacristía de la parroquia. Antes le había golpeado la cabeza y había tratado
de estrangularlo".
En la biblioteca de la
Universidad CEU San Pablo de Madrid, reposa la crónica del semanario El Caso,
publicada el 13 de marzo. Según dicho texto, el arma homicida fue un abrecartas
en forma de espada.
"Cuando el
sacerdote se dio cuenta del crimen que había cometido, se lavó, se cambió de
ropa, se perfumó y fue a entregarse a la justicia. En ese momento se cruzó en
el despacho con otro cura, Jaime Pons, que quedó horrorizado por la escena.
Prat le dijo que iba a ponerse a disposición de la Guardia Civil, que había
sido víctima de un ataque de enajenación mental y que durante ese episodio
había matado al monaguillo", reseña El País.
¿Qué pasó con el
asesino?
Tras matar a Paquito,
José Prat firmó una declaración en la que además de aceptar su culpa, explicaba
que la mañana de ese martes se despertó con la “terrible idea” de matar a un
niño
El sacerdote fue
trasladado a Valencia, donde permaneció tres días detenido en las dependencias
del Palacio Arzobispal (era lo previsto en el Concordato de 1953, vigente para
clérigos encausados). Luego, el arzobispo autorizó su traslado a la cárcel
Modelo. El religioso fue condenado a 17 años de reclusión. "Sin embargo,
no cumplió la pena, según recoge un libro publicado en 2004", dice El
País.
Desde entonces, los
familiares de Paquito han evitado a los medios, sin embargo, en la única
declaración que se conoce hasta el momento, registrada en El Mercantil, una de
las hermanas del niño aseguró: "Mi madre y yo estamos destrozadas. Saber
que el cura que mató a mi hermano luego fue vicario en Lleida y murió arropado
por la Iglesia en una residencia ha sido muy duro. Siempre nos dijeron que lo
excomulgaron. Ahora sabemos que la Iglesia nos engañó”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario