El Hospital General
de Medellín, en alianza con la Universidad CES, lidera un programa integral que
busca beneficiar a madres consumidoras en su etapa de gestación y a los
neonatos, con el fin de minimizar los daños que el consumo de drogas y alcohol
les pueda generar.
El Hospital General
de Medellín es la institución pública más grande de tercer nivel que tiene la
ciudad, muchas de las pacientes que allí se atienden son del Sisbén e incluso
habitantes de calle.
Según los registros,
tres o cuatro de cada diez mujeres embarazadas que ingresan al hospital han
consumido alguna sustancia durante la etapa de gestación. Ante esa alerta, las
evalúan para determinar si tienen alguna enfermedad mental o si se han
automedicado, lo cual genera dos interconsultas: una en la parte de
toxicología, para ver de qué tipo de sustancia se trata, y otra por
psiquiatría, para establecer qué enfermedad mental tiene la paciente, o si es
el caso de una patología dual; es decir, la combinación de ambas.
Determinar qué tanto
ha consumido la madre, si lo realizó desde el primer trimestre del embarazo o
al final, es fundamental para el tratamiento tanto de ella como del bebé.
Esta realidad llevó a
un grupo de profesionales del hospital, entre ellos las doctoras Marie Claire
Berrouet Mejía, toxicóloga clínica y docente de la Universidad CES, y Laura
Elisa Montoya González, psiquiatra y docente de la misma institución, a
preguntarse ¿qué tan frecuente era el consumo de sustancias en las maternas que
ingresaban al Hospital General?, ya que los reportes de drogas de Colombia
afirman que el consumo va en aumento. “En el año 2014 nos dimos cuenta de que
esa frecuencia era incluso mayor que la que se encontraba publicada en otras
revistas y artículos; eso hizo que empezáramos a prestarle más atención a las
mujeres en estado de gestación”, afirmó Berrouet.
Según la toxicóloga,
las drogas se clasifican en estimulantes y depresores. Entre las primeras están
cocaína, anfetaminas, metanfetamina, cafeína, nicotina y éxtasis. “Estas drogas
pueden irritar al bebé, pero las que puedan llegar a matarlo son las depresoras
como alcohol, heroína, morfina, metadona y tranquilizantes, como pastillas para
calmar la ansiedad o para dormir”.
Entre las drogas más
consumidas por las gestantes en Medellín están alcohol, marihuana, cocaína y
tabaco, a diferencia de otros países donde los opioides son los que causan
síndrome de abstinencia más grave, entre ellas están tramadol, morfina o
codeína administradas sin supervisión médica.
Entre las maternas
atendidas en el Hospital General hay quienes hicieron sus controles en otra
parte y otras que, siendo habitantes de calle, llegan en su momento crítico
ansioso o psicótico, y al someterlas al trabajo de parto los riesgos para el
bebé son mayores.
El programa de atención
integral
El Hospital General
es pionero en este tipo de atención a las madres gestantes consumidoras. Una
vez ingresa la paciente y hay indicios de consumo, de inmediato se activa el
protocolo y la madre es atendida por toxicología y psiquiatría, para evaluar su
estado de salud.
Al momento del parto,
los médicos verifican si tuvo controles prenatales o no, los ginecólogos
evalúan si hay enfermedades infecciosas y por el lado de tóxicos, se analiza la
orina al bebé, para revelar la relación entre el último consumo de la mamá y
del niño. “Con esa asociación se evalúan los riesgos, porque si la mamá había
acabado de consumir en el proceso de parto, entonces vemos si el bebé muestra
signos de abstinencia”, explica la doctora Berrouet.
Los bebés son
llevados a la unidad de neonatos, a cuidados especiales o intensivos,
dependiendo del caso y en ese escenario empiezan a identificar qué otros
problemas pueden tener.
La doctora Berrouet
explicó que en la unidad de neonatos se les hacen, por ejemplo, medidas no
farmacológicas, buscando que ellos se sientan más tranquilitos, se mira su peso
y si tolera la vía oral. Cuando salgan del hospital deben heber superado el
síndrome de abstinencia y cumplido con todo el tratamiento.
El Hospital General
es la única institución con un banco de leche y con programa de nutrición y
fisioterapia, buscando darles a esos niños el ambiente óptimo, lo cual facilita
superar el síndrome de abstinencia, ya que no consumen la leche de la madre
consumidora.
El tratamiento para
cada recién nacido es variable y depende del tipo de droga que haya consumido
la madre. Para la cocaína son mínimo tres días y para la marihuana, entre cinco
días y una semana. “Hay niños que pueden presentar otros problemas; entonces su
estancia se puede prolongar un poco más hasta minimizar los riesgos y asegurar
que ese bebé sale en buenas condiciones. Entonces allí también se involucra la
parte social del hospital, para evaluar si esa mamá tiene red de apoyo y poder
garantizar el bienestar del niño”, dijo Berrouet.
La meta en el corto
plazo es prestar todo el servicio de manera integral y articular y canalizar el
sistema de salud para que todo funcione de forma armónica en un mismo sitio, y
que la paciente y su bebé no tengan que desplazarse a otros lugares de su EPS a
continuar con el tratamiento poshospitalario que hacerse lo más temprano
posible para minimizar los riesgos.
El seguimiento es
fundamental para que no se pierda el trabajo logrado tanto con la madre como
con el niño, aprovechando que el hospital integra obstetricia, psiquiatría y
toxicología, lo que permite ver a futuro el desarrollo del menor.
“Como docentes que
somos, buscamos que las nuevas generaciones de médicos se vinculen, se
sensibilicen con este problema y lo detecten. Para ello la Universidad CES ha
hecho muchos avances porque tiene un instituto de excelencia en salud mental.
Los estudiantes pasan por psiquiatría, toxicología, salud familiar, obstetricia
y cuando están aquí hacen parte de ese manejo integral”, puntualizó la
psiquiatra Laura Elisa Montoya González.
Montoya explicó que
la conciencia de las madres consumidoras frente al daño que pueden ocasionar al
bebé es muy variable, porque depende de la enfermedad mental que haya de base.
Más o menos del 60 al 80 % de adictas a una sustancia tienen una enfermedad
mental; una cifra muy alta. Puede ser trastorno afectivo bipolar,
esquizofrenia, depresión o ansiedad; el grado de conciencia se puede ir
adquiriendo a la par con el tratamiento.
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