El carro bomba que
estalló esta mañana en Bogotá fue ubicado en un lugar sagrado para la Policía:
la Escuela de Cadetes General Francisco de Paula Santander. La explosión, que
según el alcalde Enrique Peñalosa deja ya diez muertos y 65 heridos —cifra es
aún preliminar— se dio cuando se cumplen cinco meses del nuevo Gobierno, un mes
de la renovación de la cúpula de la Fuerza Pública, y tiene además una carga
simbólica que no se puede dejar de lado.
La escuela,
localizada en el suroccidente de Bogotá, es la sede donde se forman todos los
oficiales de esta institución. Es decir, por allí pasan todos los que algún día
llegarán a ser generales para liderar a la Policía. Está sobre un lote de 59,9
hectáreas metros cuadrados, en el que cabrían unas 120 canchas de fútbol. Ese
es el espacio el cual esta mañana, al parecer, una camioneta logró penetrar
arremetiendo contra los esquemas de seguridad para explosionar.
Fue en 1912 cuando la
Policía comenzó a pensar en un centro de formación y creó un primer intento. En
esa época, según una sinopsis histórica de la propia escuela, Bogotá contaba
con apenas 300 uniformados, y la escasez de personal llevó al cierre temporal
del centro formativo. Dos años más tarde, Gabriel González, director de la
Policía de esa época, gestionó la creación de una escuela de detectives, que
nació con un decreto firmado en marzo de 1914 por el presidente Carlos E.
Restrepo.
Con esa escuela de
detectives, que arrancó con 15 alumnos, empezó en serio la tecnificación de la
Policía colombiana. Los estudiantes recibían clases de criminología, francés y
taquigrafía, entre otras materias. Dos oficiales de la Guardia Civil española
llegaron para apoyar las labores. Cuatro años después, sin embargo, la entidad
tuvo que ser clausurada: no había recursos para mantenerla a flote.
En 1919, el
presidente Marco Fidel Suárez propuso ante el Congreso la fundación de una
escuela de Policía. Un año más tarde llegó al país una comisión de la Policía
francesa, pero, de nuevo, la falta de recursos no permitió que los agentes
galos permanecieran mucho tiempo en el país. En 1924 hubo otro intento de crear
una “escuela de investigación criminal”, igual que en 1927, en 1930, en 1935,
en 1936. Vino una comisión chilena, que recomendó el establecimiento de la
escuela. Pero la iniciativa seguía en el aire.
En 1937, el
presidente Alberto Lleras Camargo ordenó la construcción de la Escuela de
Policía. Se compró una finca llamada Mazú y allí se erigió lo que hoy se conoce
como la Escuela de Cadetes de Policía General Santander, la cual, por primera
vez en su historia, acaba de ser objeto de un atentado terrorista. A esta hora,
todas las autoridades -presidente, ministro de Defensa, fiscal general,
procurador y otros- van hacia la entidad, mientras la Fiscalía y la Sijín de la
Policía tratan de esclarecer qué pasó.
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