Esta
es una réplica del Toyota 4x4 utilizado durante la masacre de La Rochela, el 18
de enero de 1989, perpetrada por un grupo paramilitar, en el cual 12 de los 15
funcionarios judiciales que investigaban varios delitos en la zona fueron
asesinados. Está en exhibición en el museo de la Fiscalía General, en
Bogotá.AFP
El lugar exacto de la
masacre de la Rochela ha desaparecido en un punto entre Campo 23 y Puente
Nuevo, en Santander, donde hoy está la Troncal del Magdalena. Pero el lastre
por el nombre de una masacre se lo llevó el corregimiento cercano de La
Rochela, donde se había planeado una diligencia judicial en la que se indagaba,
entre otras cosas, el asesinato de un grupo de comerciantes, dos años atrás.
El miércoles 18 de
enero de 1989 a las 11:00 estaba tan caliente el clima que nadie se atrevía a
salir al sol en medio de la diligencia que adelantaba un grupo de 15
trabajadores judiciales, la mayoría de ellos de San Gil.
La programación fue
interrumpida por un grupo de hombres armados que les instó a ser trasladados a
otro lugar, con la excusa de no poder garantizarles allí su seguridad. Cuentan
hoy en La Rochela que todos en la vereda sabían que eran paramilitares;
incluso, algunos rumoraban que algo muy malo iba a pasar.
-Como eso era con esa
plaga, una nunca anduvo con ellos ni nada.
-¿Cómo supo usted
cuando pasaron los hechos?
-Cuando eso yo no
estaba acá, porque yo me fui, los que mantenían por aquí… unos conocidos de por
allá de Sogamoso me dijeron “váyase porque esto se va a putear”.
Esos hombres, que se
hicieron pasar como guerrilleros, les ordenaron desarmarse y luego, ante la
impotencia de todos, los metieron en dos carros y los condujeron con las manos
amarradas. Esos hombres con fusil amarraron a la ley, porque ellos eran la ley.
-¿De qué se acuerda
de ese día?
-Yo me acuerdo que en
esos días la Masacre fue allá abajo. Yo estaba viviendo por los lados de la
Viscaína (Vereda).
-Después, cuando
supo, ¿Qué pensó?
-Después de que supe
tocó quedarse callado.
-¿Era a ley del
silencio?
-Sí, tenía que
callarse uno la boca, no decir nada.
El corto camino hacia
la muerte
Bajo un sol
inclemente los funcionarios anduvieron dos kilómetros, donde, en medio de la
nada, los paramilitares al mando de alias ‘el negro Vladimir’ dispararon una lluvia
de balas contra los carros donde yacían totalmente impotentes las víctimas. Lo
demás lo contó, en un documental realizado como medida de reparación a las
víctimas, Manuel Díaz Navas, uno de los tres sobrevivientes.
“Para mí fueron
horas, pero lo que yo no podía entender era cómo yo vivía todavía, porque yo
sentía los proyectiles cuando me pegaban en el cuerpo… Cuando eso se termina ni
yo mismo lo podía creer, ya se acabó”, recordó.
Describió cómo casi
milagrosamente pudieron él y dos de sus compañeros salvar sus vidas en ese
momento: “Comienzo a oír que hay una persona que está dando el tiro de gracia
al otro grupo de compañeros, ya en el piso. Alguien gritó allá '¡vámonos
vámonos, ya no más, vámonos!', porque venía un carro escalera y fue cuando
apuraron y al grupo de nosotros no alcanzaron a hacerle el primer tiro”.
Murieron Mariela Morales Caro (jueza), Pablo Antonio
Beltrán (juez), Samuel Vargas (conductor), Gabriel Enrique Vesga (policía
judicial), Cesar Augusto Morales (policía judicial), Yul Germán Monroy
(investigador), Carlos Fernando Castillo (secretario), Orlando Morales
(investigador), Virgilio Hernández (secretario), Benhur (investigador), Luis
Orlando Hernández, (investigador), Arnulfo Mejía (conductor).
Esta es una réplica
del Toyota 4x4 utilizado durante la masacre de La Rochela, el 18 de enero de
1989, perpetrada por un grupo paramilitar, en el cual 12 de los 15 funcionarios
judiciales que investigaban varios delitos en la zona fueron asesinados. Está
en exhibición en el museo de la Fiscalía General, en Bogotá.AFP
Hubo tres
sobrevivientes: Manuel Díaz, Wilson Mantilla y Arturo Salgado. Los dos primeros
alcanzaron a llegar a un camión que los sacó del lugar, pero Arturo Salgado no
pudo alcanzarlos.
¿Cómo sobrevivió
Arturo Salgado?
En este punto del
relato entra Jesús 'Chucho' Villamizar, un fotógrafo, quien ese miércoles
recibió una llamada en las oficinas en su periódico Vanguardia Liberal. Al otro
lado de la línea le dijeron que algo muy grave había ocurrido cerca al Puente
del Opón. Quiso confirmar con su fuente en la calle.
“Lo primero que hice
fue llamar a la funeraria. En la funeraria ya tenían el dato y estaban
alistando el viaje, con 15 cajones”, recuerda
Chucho se dirigió al
lugar junto con otras dos personas. Nos relata un hecho del cual no se conocía.
Cuando recorrían la vía en una camioneta del periódico, dos kilómetros de la
zona conocida como Campo 23 vieron dos camperos.
Pensaron que ese era
el lugar y se detuvieron un poco más adelante. El fotógrafo recuerda el horror
que sintió al ver que eran hombres armados. Quedó paralizado y aseguró que vio
a un extranjero tristemente recordado en Colombia.
"Me dijeron
'siga que por ahí encuentran'. Pues claro, ellos vieron la camioneta con el
logotipo de Vanguardia Liberal ¿Qué más identificación necesitábamos? Yo me
devolví pero a mí me dio mucho miedo y sobre mi mente quedó grabada una persona
que estaba en el segundo campero… Yo empece a pensar y tomé la determinación
que era Yair Klein, el mercenario israelí”, reveló.
Tres kilómetros
después encontraron uno de los jeeps donde se habían llevado a los
funcionarios, pintado con mensajes alusivos a las Farc, un distractor que
dejaron los paramilitares. En ese automóvil había un hombre muerto, abaleado
cruelmente.
Chucho es un fotógrafo
de orden público con 40 años de experiencia en el Magdalena Medio, por eso
cuidaba cada uno de sus pasos para no encontrarse con “tierra fresca” bajo la
cual pudiera haber una mina.
Caminó a una zanja a
unos 20 metros de la primera escena donde reconoció lo que parecía ser el
cuerpo de otra persona, giró para avisarle a su compañera, quien al mismo
tiempo observaba aterrada lo que comenzaba a pasar a la espalda del fotógrafo.
Agrega que “cuando yo
estoy haciéndole señas a la periodista, yo estaba de espaldas a la otra
persona. Cuando vi que ella hizo los ojos así (abrió mucho los ojos) y salió
corriendo, entonces yo voltee a mirar y el señor se estaba levantando, yo quise
correr también, pero entendí que el señor me estaba pidiendo auxilio”.
Era en efecto el
tercer sobreviviente, Arturo Salgado, a quien las heridas le habían impedido
seguir el paso de sus otros dos compañeros sobrevivientes.
En medio del pánico,
el equipo periodístico continuó su camino sin llevarse al hombre malherido y lo
que pasó luego le confirmó que esa, sin querer, fue la decisión que les salvó
la vida, porque más adelante, al encontrar a las demás víctimas en el camino,
llegó otro carro del cual se bajó un hombre con una pistola y un arma de asalto
terciada. y Jesús sintió con toda convicción que lo iban a matar.
“Esa persona se me
vino y me dijo ‘¡No vaya a tomar fotos!’ y empezó a revisar muerto por muerto,
les pegaba con el pié, con la pistola en la mano, y yo entendí que venían a
rematar. También pensé en el señor que había quedado atrás, el señor del primer
jeep, o sea que si hubieran encontrado a alguien lo hubieran matado y nos
habría matado a nosotros. Esa persona no demoró mucho y se fue” relata.
Luego de reponerse,
Jesús tomó las fotos que revelarían al mundo la Masacre de la Rochela y
volvieron con sus compañeros, sobre sus pasos para encontrarse de nuevo con
Arturo Salgado, que yacía aún malherido en la zanja.
Es esta oportunidad
el instinto de salvar una vida pudo más que el de perder la propia, porque
todos sabían que si se encontraban de nuevo con los hombres del campero no
vivirían para contar la historia.
“Entonces yo lo pude
sacar pero ese señor pesaba mucho. Mi Dios me dio tanta fuerza que lo pude
sacar, yo lo saqué de allá y ya la camioneta echó reversa y lo echamos al
platón de la camioneta. Yo no lo podía dejar así”, recuerda profundamente
conmovido”, describió.
La camioneta, a toda
velocidad, saltaba en medio de la trocha y mientras Chucho atendía a Arturo
sintió un sonido que se le dio su primer aliento de esperanza: arriba, en el
cielo, un helicóptero del Ejército los rondaba. Minutos después se encontraron
con un retén de fuerza pública en la vía.
En uno de los
homenajes a las víctimas en 2010, Arturo Salgado envió a través de Tele San
Gil, un medio local, un mensaje a Jesús Villamizar.
“Primero que todo, al
señor Villamizar, le voy a mandar en nombre mío y de mí familia, mis más
sentidos agradecimientos por haberme salvado la vida. Me quiero encontrar con
él en algún lugar, para darle un abrazo de gratitud especial”, dijo.
Nunca volvieron a
encontrarse. Arturo murió hace cinco años por causas naturales sin darle ese
abrazo.
Jesús Vaquero
Agudelo, alias ‘vladimir’ confesó tiempo después que el crimen fue una
asociación de narcos y paramilitares, cada uno con razones distintas para
evitar que la justicia del Estado llegara al lugar.
Pero también confesó
la participación de altos miembros de la Policía, el Ejército y dirigentes
políticos: miembros del Estado que se unieron para matar a otros miembros del
Estado.
Según el Colectivo de
Abogados José Alvear Restrepo los ‘paras’ querían evitar las investigaciones
por la muerte de un grupo de comerciantes, el narcotráfico quería impedir que
actuaran contra laboratorios que tenían a plena vista a orillas de la
carretera, otros querían impedir indagaciones por víctimas de la Unión
Patriótica.
Por su parte,
‘Vladimir’ aseguró ante la justicia que hubo reuniones previas en la finca Las
Palmeras de Gonzalo Rodríguez Gacha, también participación de políticos
locales, incluso una orden a un batallón para no prestar acompañamiento y hasta
recriminaciones de la fuerza pública por haber dejado sobrevivientes.
El difunto general
del Ejército Farouk Yanine Díaz fue procesado por estos hechos, pero su
supuesta participación no contó con un fallo de fondo.
Aunque la confesión
de 'vladimir' le sirvió a la Corte Interamericana de Derechos Humanos para
condenar al país, tras 30 años de la matanza, no se conocen los determinadores
que desde el Estado planearon el asesinato.
La condena de la
justicia internacional obligó a Colombia a reconocer su responsabilidad en los
hechos, la cual se concretó el 6 de junio de 2014, en la voz del entonces
ministro de Justicia, Alfonso Gómez Méndez.
“El estado colombiano
reconoce su responsabilidad, por acción y por omisión, en la comisión de esta
masacre, conforme a lo dictaminado por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, en sentencia proferida el 11 de mayo de 2007”, dijo Gómez Méndez.
Se han ejecutado
otras medidas de reparación y de reconocimiento público de la verdad, pero los
familiares de las víctimas aún no descansan, porque se trató de un crimen del
Estado contra sí mismo, contra personas que murieron cuando iban a ejercer la
ley y que tras 30 años reciben impunidad e injusticia.
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