ES PARTE DE LOS JÓVENES
QUE QUIERE RECONCILIAR A LOS COLOMBIANOS PARA DEVOLVERLE LA ESPERANZA.
Dr. Jaime Castro. |
Vivimos hoy
situaciones que tal vez no habíamos conocido antes. En primer lugar, el inmenso
vacío político y la falta de liderazgo de los llamados a ejercer esa tarea no
permiten trazar la hoja de ruta que el país espera. Luego, porque el Gobierno y
el Congreso decidieron implementar y ejecutar el acuerdo negociado con las
Farc, a pesar de que fue desaprobado popularmente. También, porque de un
periodo de relativa bonanza pasamos a otro de desaceleración económica. A esto
hay que agregar que las graves fallas del ordenamiento electoral incrementan la
ilegitimidad del sistema político, mientras que la corrupción contaminó las
tres ramas del poder público y llegó a extremos tan impensables como el del
‘cartel de la toga’.
Además del manejo
cuestionable de las chequeras de la paz para los proyectos de desarrollo social
y el funcionamiento de la JEP, hecho que compromete los aportes de la comunidad
internacional, porque los contratos celebrados con cargo a estos recursos,
según la Fiscalía, han generado beneficios indebidos a red de intermediarios,
por lo que el acuerdo de La Habana pasa por una nueva prueba ácida, no por los
ataques de la oposición, sino por la ‘mermelada’ que reparte.
Hay, por lo tanto,
generalizado clima de insatisfacción e indignación ciudadanas de consecuencias
electorales que nadie puede anticipar válidamente. Hoy, tras las elecciones
parlamentarias que tuvieron ingrediente nuevo –dos consultas, que sumaron casi
9 millones de votos–, el panorama político se concentra en media docena de aspirantes
a la presidencia, con dos de ellos, Iván Duque y Gustavo Petro, claramente
distanciados de sus competidores, al menos a la luz de las encuestas de las
últimas semanas.
Aunque aún todo es
posible en las pocas semanas que faltan para los comicios, es muy probable que
primera y segunda vueltas (si hay lugar a esta última) se definirán entre ellos
dos. Tanto Duque como Petro tienen perfiles y características que no coinciden
con los parámetros que tradicionalmente han conducido a la presidencia. Son outsiders.
Pero lo más importante es que representan dos modelos opuestos de sociedad.
Gustavo Petro, a quien muchos consideran de izquierda, tal vez por su pasado en
el M-19, encarna el populismo asistencialista, antisistema y
antiestablecimiento con todas sus consecuencias, que conocimos durante la
pésima administración que presidió en Bogotá.
Con razón se ha dicho
que Petro hizo más daño como alcalde que como guerrillero. Si bien hemos sido
tierra estéril para el populismo, nada peor que apostarle a esa opción en un
momento definitivo para nuestra institucionalidad. No podemos caer en el
coletazo del populismo que se aplicó o está aplicando en otras partes con
resultado conocido: agravó los problemas que denunció para llegar al poder y
retenerlo, en vez de solucionarlos.
‘Es el que es’, reza
el eslogan de la campaña Duque. Nada más exacto porque, en palabras de Hernando
Gómez Buendía, es “la encarnación del centro centro, la cara nueva, la persona
joven, el estilo amable, que tiene futuro, porque no tiene pasado, ni
escándalos a cuestas”. Duque no solo “es el que es”, sino que además Sí es
liderazgo, seguridad, desarrollo, empleo, educación, salud, conectividad y
cultura. Además, representa al 75 % del país que está por debajo de los 45
años. Es parte de los jóvenes que merecen la oportunidad de reconciliar a los
colombianos para devolverle a la nación la esperanza en un futuro mejor y la
confianza en sus instituciones democráticas.
Podemos y debemos
superar la confusión e incertidumbre reinantes si entendemos que entre las dos
opciones aquí resumidas hay grandes diferencias en cuanto a su contenido,
alcances y consecuencias, y si sabemos escoger la que más le conviene a
Colombia.
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