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sábado, 7 de abril de 2018

VIOLENCIA EN LOS MONTES DE MARÍA



DE ADOLFO PACHECO.


Pepe Rodríguez, mi maestro en mi niñez, gallero por afición, nos decía que el gallo fino era lo más parecido al hombre, porque era un luchador por naturaleza, que llegaba a la violencia y, por ende, a la muerte.
Estudiando la historia colombiana, vemos que desde la llegada de los españoles, la violencia casi extermina la nación indígena y aprovechó la mano laboral del negro para esclavizarlo, explotarlo y, si era posible, matarlo.
Vinieron luego los ‘criollos’, que con violencia nos liberaron del yugo español y con sucesivas guerras fratricidas nos legaron el dominio político por medio de las armas.
Mi abuelo, desde tierna infancia, me enseñaba que yo tenía que ser conservador porque los liberales habían matado a Rosario y a Francisco, sus hermanos, en la guerra de los Mil Días, por defender a la patria. Mi madre, cuando hubo las vertientes de la derecha fascista seguida por los conservadores y la vertiente comunista seguida por los liberales, en el año 1940 me bautizó con el nombre de Adolfo, por Adolfo Hitler.
Tiempo después, las circunstancias me han ubicado en lo que en mi tierra llaman ‘pastelero’, me dijo Pablo Sabina ‘voltiarepas’. Tanto llegó a mi tierra la intolerancia que tenía dos cementerios, uno para liberales y otro para conservadores; lo mismo existía la pensión roja, en donde al llegar el visitante se le preguntaba: “¿Usted qué es?”. Para conservadores no había cupo.
De los quince municipios de los Montes de María, San Jacinto fue el único que se tomaron las Farc, en febrero de 1996, causando el deterioro físico del pueblo y el éxodo de sus familias más importantes.
Hoy recuerdo este 9 de abril porque a los 8 años oí en la plaza un tiro de fusil Gras a las 2 p. m., anunciando un toque de queda por la muerte de Jorge Eliécer Gaitán. El alcalde de esa época, valiéndose de 10 pimpinas de ‘ñeque’, las hizo llegar subrepticiamente donde Juan Gregorio, para justificar el arresto por contrabando a los jefes liberales reunidos allí, proclamando luego en el informe a la Gobernación de Bolívar: “En San Jacinto no hubo 9 de abril”.
No pasó lo mismo en la vecina población del Carmen de Bolívar, de amplia mayoría liberal, pues con la excusa de que el telegrafista conservador no había informado a tiempo la muerte del caudillo, lo sacaron de su oficina, lo machetearon y luego, hecho pedazos, la turba lo depositó en una carretilla gritando eufórica: “Vendo carne goda, vendo carne goda”.



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